23/01
Arquitectura colaborativa y autogestión
Compartimos con vosotros una entrevista que hicieron hace tiempo al socio de Lacol Eliseu Arrufat y que no salió a la luz. Imagen del festival de arquitectura Etsa·topia 2016.
P: ¿Cuál és el origen de Lacol?
Nuestra trayectoria profesional es el resultado de algunos de los Proyectos de Fin de Carrera (PFC). En aquel momento eramos 21 integrantes del colectivo de los cuales cuatro PFC se vincularon a reclamaciones y reivindicaciones históricas del barrio de La Bordeta y Sants en Barcelona. Tuvimos la suerte de poder dedicar, parte del trabajo que se requiere para el proyecto final, a algo que fuera de utilidad más allá del mundo académico. Así fue como empezó nuestro vínculo con Can Batlló y La Lleialtat Santsenca, ambos proyectos vecinales.
Antes de empezar los proyectos finales hicimos alguna intervención/acción urbana como “Mort a l’asfalt” que consistió en una ocupación de una calle en obras durante el fin de semana con plantas y mobiliario urbano para convertirla en parque y lugar de encuentro temporal durante los días de descanso laboral, para no interferir en el trabajo de los operarios. Hoy somos una cooperativa de trabajo sin ánimo de lucro con 14 socias arquitectas que desarrolla su actividad des de un local en planta baja de una callejuela del barrio de Sants.
P: ¿Han cambiado las reglas, la manera de entender la ciudad? ¿Son los proyectos de autogestión el futuro de la re-habitación y la-rehabilitación? ¿Se tiende hacia una arquitectura y una economía cada vez más colaborativa?
La gente pide gestionar y decidir, creo que esto es muy antiguo. Entender la autogestión como el futuro de algo me cuesta un poco. Más bien que la capacidad de la gente de transformar nuestro entorno la hemos perdido poco a poco por comodidad o por desposesión, hasta el punto en que recuperarla parece una batalla. Me gusta pensar que queremos seguir teniendo la capacidad de gestionarnos y organizarnos según las variables que cada grupo considere. El lenguaje gubernamental, el de las grandes marcas, el lenguaje global en definitiva está perdiendo credibilidad a un ritmo al que los grandes lobbies no están acostumbrados. Además, la ecología tiene mucho que decir en todo esto. Ya veremos como queda la balanza.
P: ¿Ha cambiado la figura del arquitecto? ¿Existen arquitectos de dos categorías: los que construyen para la gente y los que lo hacen con la gente? ¿Están reñidas la arquitectura social y la icónica?
Hay muchos tipos de profesionales de la arquitectura y no todos construyen. Es una formación bonita y relativamente generalista que nos abre puertas, aunque mucho más pequeñas, fuera del mundo de la construcción.
Todas las profesiones pueden tener en cuenta a la gente o ignorarla. Sabemos de nuestro impacto a nivel ecológico al igual que sabemos que para incidir en la calidad de vida de las personas no hace falta que ese impacto se produzca al otro lado de la calle, ya que, el otro lado del mundo es igual de válido e importante. No creemos que como técnicos formados tengamos ni la última palabra ni la más acertada. No existe la imparcialidad del técnico ni un supuesto conocimiento objetivo. Todas vivimos influenciadas por nuestro hábitat y las decisiones que tomamos, por mucho que las disfracemos de técnicas o científicas, pasan por nuestro filtro personal. Si la arquitectura icónica es solamente espectáculo y entretenimiento sí que están reñidas, porque evita la coexistencia de lo habido, sin hablar de costes e impacto. Sin embargo, si consideramos que la arquitectura que pretende satisfacer necesidades reales es la “social”, puede que una de estas necesidades sea la creación de identidad propia de una calle o un barrio. En ese caso trabajar sobre lo identitario por encima de la homogeneidad, que impide que aquellas personas que habitan un lugar lo reconozcan como suyo, tiene todo el sentido del mundo. ¿Puede un banco ser arquitectura icónica? ¿Y un árbol?
P: ¿Hasta que punto la arquitectura y el urbanismo han estado el servicio de las modas y las “intervenciones estrella” olvidándose del usuario? Con la aparición de muchas iniciativas de este tipo, ¿no existe peligro de que la arquitectura colaborativa y de autogestión caiga también en la moda y que se trate de forma superficial?
La arquitectura y el urbanismo son política y siempre lo han sido. Es la corriente política dominante la que sigue o impone una moda arquitectónica y urbanística construyendo y proyectando de una manera y no de otra. Los procesos autogestionados, con o sin arquitectura, malentendidos pueden convertirse en procesos de precarización y de ahí a una posible decadencia. De las prácticas que se vayan desarrollando en este tipo de lugares deberá nacer un diálogo. Un diálogo en forma de debate que nadie debe ganar o perder. Sería un sinsentido que una manera de hacer ciudad absorba a la otra una vez más. Con un poco de suerte hará que aparezcan nuevas.
P: ¿Qué papel juega el usuario en estos espacios? ¿Hasta que punto la construcción de ciudades y lugares ha dejado de ser algo exclusivo de los arquitectos para convertirse en un fenómeno social?
No creo que perdamos cota de mercado ni de trabajo. Pero debemos imbricarnos más con el resto de perfiles y abandonar la posición altiva para transigir. Somos profesionales de un oficio igual que tanta otra gente. Se trata de volcar unos conocimientos y habilidades en los procesos de toma de decisiones y de diseño colectivos. Los usuarios y usuarias de los espacios urbanos son sus habitantes y suelen tener un conocimiento de su entorno que nadie más alberga. Ignorarlo es una manera de hacer las cosas, pero entendemos que hay más. La complejidad de la vida inhabilita la toma de decisiones individuales para la construcción de espacios habitables. Hay que tomárselo con paciencia y saber combinar ritmos para poder generar la sabiduría necesaria antes de tomar ninguna decisión. Como profesionales de la arquitectura debemos saber cuando hablar y cuando no.
P: ¿A qué se debe la cada vez mayor la demanda social de iniciativas colaborativas y espacios para la disponibilidad ciudadana? ¿De quién surge este tipo de iniciativas?
De la falta de experimentación de la indústria y los mercados fuera del territorio de maximizar beneficios. Ha habido décadas en que había que probar para avanzar, aunque fuera sin plan de viabilidad. Yo creo que es una voluntad antigua, precisamente se trata de poner en valor maneras de hacer más humanas y más diversas. La especialización de la mano de obra fordista es un ataque a la heterogeneidad de las relaciones que surgen de los empleos y trabajos, de la cooperación a fin de cuentas. Hay ideas políticas detrás de cualquier manera de hacer. Las ideas de comunidad y de la relación con la propiedad están relacionadas con los espacios productivos y sobretodo con los reproductivos. Creo que la gente estamos reclamando más espacios de cuidados y para hacer eso, hay que empezar en las fases de análisis y de diseño.
P: Al final este tipos de espacios vienen asociados a los barrios “más degenerados” ¿Hasta que punto la participación ciudadana está directamente relacionada con el nivel de bienestar? ¿Cómo veis su futuro en barrios de alto estatus?, ¿serían viables?
Si por nivel de bienestar o sociedad del bienestar hemos de delegar y evitar vínculos ya no sé si hablamos de bienestar o de un estado anímico inducido. Es cierto que la falta de recursos incrementa la creatividad en la resolución de los problemas. También es cierto que la actividad social o socializadora y la actividad física desarrolladas fuera de casa, fuera de los espacios de confort individuales, nos refuerzan como individuos dentro de una colectividad. Creo que está más vinculado a la consciencia y voluntad que a la necesidad.
P: ¿Ayudan estos proyectos/intervenciones a que las administraciones públicas entiendan y normalicen espacios de participación ciudadana que ahora no entran dentro de los esquemas institucionales vigentes?
Sí. Son laboratorios políticos, lugares de experimentación, de puesta en práctica de unas ideas. La administración es monstruosamente grande y tiene una inercia proporcional a su tamaño. Por suerte o por desgracia, antes de tomar un rumbo debe tener un hito en el mapa, y sobretodo tener un mapa. El esquema vigente es demasiado paternalista y eso deja fuera de juego todo aquello que la normativa no ha sabido contemplar. Quizás, como ciudadanas que intentan mejorar su entorno habitable, necesitamos poder errar de vez en cuando. Si eliminamos esa opción no hay avance posible. El mundo de la ciencia sabe bien que a través de le reiteración, producto del error, se avanza. Necesitamos algo de empirismo en lo que a organización social se refiere.
P: ¿Cómo os enfrentáis y coordináis a este tipo de proyectos? ¿Qué papel juegan las redes y plataformas con las que colaboráis/formáis parte? ¿Hasta que punto se implican los ciudadanos?
Con mucha planificación y esfuerzo. Las redes son canales informativos y relacionales. Son un lugar en el que exponer la actividad y aprender de las que exponen la suya. Lugar donde debatir y aprender. Y sobretodo un lugar de libre acceso, o casi, en el que difundir. La ciudadanía nos implicamos en la medida en la que nos afectan las cosas. Hay gente que se implica por cercanía, por fortalecer el barrio, para satisfacer su curiosidad, porque lo entiende como una oportunidad, porque teme no ser escuchada. A fin de cuentas, acude la que quiere que el proyecto, en mayor o menor medida, la represente.
P: ¿Funcionan realmente estos espacios? Como lugares en constante cambio, ¿quién se hace responsable de su mantenimiento?
Supongo que unos más que otros. Repito que estamos experimentando sabiendo algo importante: todo lo que hagamos será con las habilidades, conocimientos y herramientas de que dispongan las personas vinculadas. Esto significa que no siempre se llegará al resultado al que se llegaría con otros medios. Hablamos de procesos de aprendizaje y crecimiento, sino vivimos esa parte el resultado siempre será caduco e inamovible porque no entenderemos como se llegó hasta ahí. Creo que hay una dificultad explícita en la transmisión de valores entre diferentes generaciones, unas no vivieron lo que la otra vivió y viceversa. Hemos aprendido que cuando gente de diferente clase, generación, formación y género se juntan para construir algo se ponen de acuerdo. El reto consiste en hacer de ese proceso una constante, entenderlo como un continuo.
La gente que se responsabiliza de estos espacios es muy diversa. El mantenimiento de estos espacios no solo es presencial y físico. Hay mucho trabajo en las redes, en negociaciones con las administraciones y los privados, en la creación de nuevos proyectos, etc. Sin la gente que dispone de tiempo y motivación en horario laboral no se podrían hacer unas cosas, y sin la gente que dispone de tiempo y motivación fuera de este intervalo no se podrían hacer otras. Estos espacios solo funcionan si son heterogéneos.
P: ¿Es compatible una sociedad cada vez más individualista y con relaciones virtuales con este tipo de iniciativas? ¿Qué papel juega la tecnología en el intercambio y conexión entre las distintas intervenciones?
No lo sé. Tampoco sé si nos relacionamos menos presencialmente, si sé que nos relacionamos más virtualmente. La tecnología forma parte del experimento. Cada proyecto en sus múltiples procesos le dará un uso. Al compartir esa experiencia es posible que otros espacios se contagien y avancen en esa línea o lo tengan que intentar para descubrir otra. Aquí nadie se ha inventado nada.
P: En esta línea de trabajo colaborativo existen proyectos que van desde la escala territorial hasta la de diseño de mobiliario urbano. ¿Cuales son vuestras principales líneas de trabajo, a qué nivel os sentís más cómodos?
Somos 14 socias, así que hay diversidad. En la cooperativa todas somos arquitectas pero especializándonos además en diferentes ámbitos como la sociología urbana, diseño de mobiliario, urbanismo, el trabajo manual (hierro, madera y textil), vivienda, rehabilitación, escenografía, ilustración y docencia. En general a través de nuestro trabajo nos vinculamos a redes como Arquitecturas Colectivas, la Xarxa d’Economia Social i Solidària y también somos socias de la cooperativa de préstamo COOP57. Además nuestro banco, la Caixa d’Enginyers, es cooperativa y la energía que consume la empresa es de fuente renovable producida por la cooperativa Som Energia.