La Raval

La Raval es una cooperativa de vivienda en cesión de uso impulsada por las propias socias con el acompañamiento en la promoción de La Dinamo Fundació. El proyecto se desarrolla en un suelo municipal cedido tras ganar un concurso promovido por el Ayuntamiento de Manresa y se convierte en un proyecto pionero en la ciudad, impulsando este nuevo modelo centrado en el grupo humano, la propiedad cooperativa y la no especulación de la vivienda. Conceptos que deben tener su reflejo en la arquitectura.

Lacol acompaña al grupo desde 2016, diseñando de forma participativa la propuesta ganadora en la fase de concurso, y posteriormente desarrollando el proyecto técnico, la dirección de obra y asumiendo la figura de Gestión de obra, con el objetivo de hacer el proceso constructivo más eficiente, colaborativo y sostenible, optimizar presupuestos y asumir tareas delegadas de la promotora, entre otras funciones. La Dinamo ha llevado a cabo la gestión global de la promoción.

El solar de La Raval se sitúa en el centro histórico de la ciudad, una zona con un alto porcentaje de viviendas vacías y en malas condiciones de habitabilidad. Una oportunidad para reclamar la necesidad de devolver la vida al centro de la ciudad, fortalecer los lazos con la comunidad y contribuir a su revitalización. Para poder construir en el solar, fue necesario redactar un Plan de Mejora Urbana, en el que se trabajó una volumetría compacta y la conexión con el espacio público, creando un pasaje que comunica la plaza del Hospital con el futuro equipamiento de L’Anònima. La fachada, plana, de acabado revocado y con aperturas verticales, busca dar continuidad a las construcciones existentes.

El programa de vivienda se complementa con espacios comunitarios repartidos entre planta baja, primera y quinta planta, reforzando la idea de “casa grande”. Todo el edificio se organiza en torno a un pequeño atrio central, espacio referencial para la vida comunitaria. Desde el acceso en la calle puede verse cómo el patio llega a planta baja y asciende acompañado de la escalera abierta y unas circulaciones generosas hasta la cubierta, donde un lucernario crea un jardín de invierno con salida directa a una terraza exterior con vistas a La Seu y Montserrat.

Las cocinas de las viviendas son la pieza de transición entre la vida comunitaria y la privada. No se sitúan en el centro de las viviendas, sino que constituyen el núcleo del edificio. Colocadas en el acceso y abiertas al patio, inician una concatenación de espacios que organiza la distribución interior, en la que se busca la máxima diagonal visual para ganar amplitud, a pesar de las dimensiones contenidas de las estancias.

El edificio ha enfrentado el reto de construirse en un momento de precios de construcción muy elevados, con un plan económico muy ajustado. Se optó por una construcción convencional de estructura de pilares y losas de hormigón, y cerramientos de fachada con hoja cerámica. Los materiales quedan vistos en el interior, sin capas añadidas innecesarias: serán las usuarias quienes decidan pintarlos o modificar los acabados. El edificio se aísla con una envolvente continua de mortero de cal y corcho proyectado. En este ejercicio de reducción, no se ha querido renunciar al confort pasivo, aprovechando al máximo la inercia térmica del sistema constructivo. El atrio actúa como espacio intermedio y bioclimático, con capacidad de captar o proteger del sol según la época del año. El edificio se equipa con placas fotovoltaicas y un sistema de aerotermia con suelo radiante. El conjunto alcanza una calificación energética A con cero emisiones de CO₂.